domingo, 31 de enero de 2021

SECRETOS

La alarma del móvil sonó con la canción La senda del tiempo del grupo Celtas Cortos y Elena retornó al mundo de los vivos desconectando su ordenador.

Faltaba una hora y media para la reunión en la sede del rectorado, donde esperaba ser elegida. Contaba con el respaldo de la mayoría. No había sido fácil llegar hasta allí. Decana de la facultad de Ciencias de la Educación y toda una vida dedicada a la enseñanza y a la investigación la avalaban para ocupar ese puesto. No podía decir a sus cincuenta años que la renuncia a una familia a unos hijos la entristeciera. En ella no habitaba ese tipo de mujer.

—Elena, el profesor Don Hugo Velázquez, pregunta si dispone de un momento —dijo su secretaria—. Quiere comentarle algo importante.

—Hazlo pasar.

No soportaba a Hugo Velázquez, impuesto desde las altas esferas. Poseía un currículum intachable que lo acreditaba, pero algo en ese hombre de treinta y pocos no acababa de convencerla. Demasiado educado, demasiado preparado, demasiado todo... A ella no le gustaba la perfección, prefería a las personas de carne y hueso. Hugo representaba una mezcla de actor guapo y surfero despreocupado, un hacker informático de los ochenta bien vestido y con aire descuidado.

—Gracias por recibirme sin avisar —comentó Hugo alargando su mano y estrechando con demasiada fuerza la de ella—, deseaba que me informaras de quién va a sustituir a Soledad. El tratamiento para ese tipo de cáncer es prolongado y los resultados poco alentadores. No estaríamos hablando de una sustitución sino más bien de una adjudicación a largo plazo. Sé que habrá más de un interesado, pero con la disponibilidad y mi curriculum pocos. Si a eso le añadimos mi dominio del alemán, soy sin duda la persona que necesitáis. Cualquier sugerencia tuya sería tomada en consideración y me facilitaría las cosas y ese es el motivo de esta visita.

—Me supones —manifestó Elena— un poder que no tengo y que no utilizaría de poseerlo. Habla con el jefe del departamento y plantéale la cuestión, pero insisto, yo no puedo interferir. Si me disculpas, llego tarde al rectorado.

—Si, —comentó Hugo levantándose despacio y mostrando su móvil—. Dentro de una hora esperas ser elegida rectora, felicitaciones, pero dudo mucho que eso vaya a ocurrir. Si pulso esta tecla de aquí en segundos todo lo que has anhelado en tu vida se va al garete por unos secretillos de juventud.

—Que tonterías dices. ¿Me chantajeas? —inquirió Elena—. Mi vida es sencilla, la de una luchadora; conmigo no van esas sandeces.

—Como tú quieras —sonreía Hugo—. En el trayecto hacia el rectorado, piensa lo que vas a hacer. Si para las diecisiete cuarenta no recibo tres caritas sonrientes y un ok en mi wasap, toda la universidad conocerá tu secreto y lo hará de forma espectacular, no habrá sitio donde esconderte. Yo comunico y manípulo bien. Piénsalo.

—¡Fuera de mi despacho! —gritó Elena.

Tomó el abrigo, el bolso y el maletín. Tardaba unos veinte minutos en llegar andando al palacio de San Blas donde estaban ubicadas las oficinas. Durante el recorrido no dejó de pensar en lo que el muy sinvergüenza podía tener en contra de ella. Reflexionó en su trayectoria profesional. No podía acusarla de ningún tipo de plagio, tan de moda. Sus publicaciones se basaban en investigaciones originales realizadas por ella. Siempre se había mantenido al margen de la contratación del personal y de todo lo relacionado con cuestiones económicas para no verse envuelta en situaciones que la perjudicasen.

Ella sabía que dos eran los puntos débiles en su vida.

Por un lado, la relación sentimental que mantuvo con un catedratico en sus primeros años de universidad. Tardó largo tiempo en darse cuenta de que frente a ella se encontraba un narcisista follalumnas del que se desenganchó sin pena ni gloria. Pero las historias pueden relatarse de diferentes formas y posiblemente Hugo la presentaría como una alumna ambiciosa que buscaba apoyos para obtener una plaza en algún departamento. No podía ni imaginar lo que aparecería en las redes.

Por otro lado, abortar a los veintisiete, en los tiempos que corren, no asustaría a nadie. Ella había firmado manifiestos a favor de la interrupción del embarazo y acudido a diferentes concentraciones, pero realizarlo en el extranjero con un nombre falso para no dejar ningún documento ni información al respecto podría ser mal interpretado. Tampoco había comunicado al amigo con el que mantenía un affaire su embarazo.No eran pareja y su relación la llevaron en secreto. Ella tenía un problema y le dio una solución. Cada vez que se encontraba con su antiguo amante este le recordaba la historia de amor que compartieron.

Algunos hombres necesitan revestir el sexo con historias románticas. Si la historia salía a la luz perjudicaría a este hombre que para nada se merecía ver su nombre por los suelos.

Accedió a la sala donde tendría lugar la reunión, se sentó y supo que no renunciaría a sus sueños. Así que extrajo su móvil, pulsó tres caritas sonrientes y un ok, esperando que la tarde siguiera su curso.

Elena, en su nuevo despacho, atendía las obligaciones diarias. A última hora tenía programada una cita con el compañero Hugo Velázquez que venía a despedirse.

—Elena —dijo su secretaria—, esta mañana un profesor dejo este sobre para ti, manifestó que era importante.

Aferró el sobre, lo abrió y dentro encontró una tarjeta. Elena leyó: «Todos tenemos secretos. Los tuyos los desconozco, pero me han servido bien».

Elena rompió en mil pedazos la tarjeta y pensó: «¡Miserable!».

2 comentarios:

  1. Enhorabuena, muchas gracias. Todos me han encantado; la concisión, las palabras exactas y ese sentimiento al verse reflejado. Especialmente este, tal vez por ese "miserable" que puede ir dirigido a la propia Elena. Un abrazo

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    1. Gracias, Santiago, por leerme. Las historias solo cobran vida cuando alguien las lee y las interpreta. Un abrazo.

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