jueves, 28 de septiembre de 2023

LABERINTOS DE LA MEMORIA

Los recuerdos nos guían a través de sus propios laberintos, desvelando minúsculas parcelas de un todo irrecuperable.

Me sumerjo en un túnel del tiempo y me veo a los nueve años, sentada en un pupitre centenario, donde el más mínimo movimiento causaba un crujido en la madera que alertaba a la maestra de cualquier travesura en curso. La clase era amplia y bañada por el sol, organizada en cuatro filas de pupitres. A nuestra espalda, recuerdo un armario desvencijado donde la profesora guardaba los escasos materiales con los que contábamos: lápices, tizas, pegamento y algunos libros. Era un colegio femenino, y el único hombre que habitaba aquellos espacios desempeñaba el papel de director.

Lo que me ha transportado a este momento particular de mi pasado fue la llegada de una joven maestra llamada Nuria. Una tarde, la profesora colocó sobre la mesa un tocadiscos, un objeto inusual en una escuela pública, donde la mayoría de las alumnas procedíamos de familias humildes. La profesora transmitía el entusiasmo que ella misma sentía al mostrarnos algo tan novedoso; puso el tocadiscos en marcha y la sala se llenó de voces que representaban animales, contando una historia de la que no recuerdo los detalles, pero sí la esencia de una tarde especial lejos de la rutina diaria.

Tuvieron que transcurrir varios años hasta que otro profesor me sorprendiera con una iniciativa similar. En esta ocasión, era la voz de Serrat la que cantaba poemas de Machado. Como siempre, mientras escuchábamos:

Nunca perseguí la gloria

ni dejar en la memoria

de los hombres mi canción;

yo amo los mundos sutiles,

ingrávidos y gentiles

como pompas de jabón.


Algún que otro gracioso interrumpió manifestando lo aburrida que resultaba esa música. El profesor, paseando por la clase, nos contó que ese verano había visitado Collioure, el pueblo francés donde el poeta falleció en 1939, después de salir de España camino al exilio. Nos habló de la República y de los poetas en el exilio: Alberti, Pedro Salinas, Luis Cernuda. Mencionó la Institución Libre de Enseñanza, a Lorca y a Giner de los Ríos. Por nuestra parte, no mostramos demasiado interés en lo que nos decía. Tardé años en comprender el regalo que aquel profesor nos estaba otorgando.

Esa noche, los deberes incluyeron medir versos, identificar el tipo de rima, localizar recursos literarios, analizar el tema, sintetizar y expresar nuestra opinión personal. Hasta ahí todo normal, pero añadió algo nuevo, escribió en la pizarra «Tempus fugit». Teníamos que buscar su significado y relacionarlo con el poema.

Han transcurrido más de cuarenta años y aún desconozco la razón por la cual este poema me ha transportado a esos dos momentos de mi infancia y adolescencia. Me encantaría continuar en el túnel del tiempo y trasladarme a Baeza, convertirme en una alumna que interroga a su maestro sobre la dicotomía planteada por Juan de Mairena respecto al uso del lenguaje. «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» frente a «Lo que pasa en la calle».

Parecen dos paradigmas, si no enfrentados, al menos con visiones muy distintas. Hubiese sido una clase magnífica.