tag:blogger.com,1999:blog-50467393257920021072024-03-08T12:34:05.498+01:00Jazmín de inviernoBlog de escritura.Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.comBlogger32125tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-18435399769064282652023-11-10T16:08:00.002+01:002023-11-10T16:22:14.374+01:00LA HERENCIA DE UNA MODISTA<div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcDpMcb3FYI2f_pvKUgTjG6-BWnKppEeY6tqZOtKrP911eY1Wst_j9UO4IGO7UwtSGFSwlj2QYKzxXg1o-ChT8CEHOQ6B_T7eDIfANv9yVVDdaWtIRnDhuwhNlYfjYjMg_9wfcSJSQcqYUCcPW-of516Fi8ZLRqVHsBZxRecHFOD3UiL5X_v80LH9vdAJ9/s1024/mi%20nombre%20es%20ana.png" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="1024" data-original-width="1024" height="640" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEgcDpMcb3FYI2f_pvKUgTjG6-BWnKppEeY6tqZOtKrP911eY1Wst_j9UO4IGO7UwtSGFSwlj2QYKzxXg1o-ChT8CEHOQ6B_T7eDIfANv9yVVDdaWtIRnDhuwhNlYfjYjMg_9wfcSJSQcqYUCcPW-of516Fi8ZLRqVHsBZxRecHFOD3UiL5X_v80LH9vdAJ9/w640-h640/mi%20nombre%20es%20ana.png" width="640" /></a></div></b></span><span style="font-size: x-large;"><b>Mi nombre es Ana, un legado de mi abuela materna, junto con algunas características singulares que ahora describiré. <br /></b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Cada verano, después de finalizar el curso escolar, mi madre me enviaba a pasar las vacaciones con mi abuela, quien vivía tres calles más allá de nuestra casa.<br /><br />Ella seguía una rutina diaria meticulosa: levantarse a las ocho, desayunar, limpiar la casa y preparar el almuerzo. Todo esto debía estar listo para las once y media, momento en el que se quitaba su delantal y bata para vestirse y recibir visitas. Abría entonces su taller, donde cada herramienta de costura tenía su lugar asignado. Me fascinaba una cesta donde guardaba jaboncillos de colores, custodiados como un tesoro. Ella me contó cómo, durante la guerra, tuvo que usar cal de pared para marcar los patrones.<br /><br />A los once años, le pregunté cómo había aprendido el oficio de modista. Me explicó que la costura la aprendió en la escuela, donde las mañanas se dedicaban a lectura, dictado y cálculo, y las tardes a costura y rezar el rosario. Aprendió a confeccionar patrones por su cuenta. Si quería hacer una camisa, desarmaba otra similar, dividiéndola en partes y deshaciendo cuidadosamente las costuras con una tijera pequeña, esparciendo la tela sobre la mesa como si fuera la obra de una experta modista. «Deshacer lo hecho fue mi escuela», decía, «pero no siempre era suficiente». En ocasiones, recurría a sus sueños para resolver dudas que las piezas de tela no lograban aclarar.<br /><br />Esta era una de las cualidades más notables de mi abuela, pero también me impresionaba su habilidad para predecir quién vendría a visitarnos o a quién nos encontraríamos al volver de misa. Mi madre siempre me decía que hiciera compañía a la abuela Ana, pero que no la tomara demasiado en serio, ya que era un poco peculiar.<br /><br />Conocer las singularidades de mi abuela y la forma tan natural con la que manejaba sus dones me ayudó a aceptar mi propia rareza, que siempre he ocultado por miedo a ser considerada excéntrica. Algunas mañanas, al despertar, sé con certeza que me encontraré con alguien que morirá ese día, y al ver a esa persona, la reconozco como la que invadió mis sueños.</b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-54978258923658655472023-09-28T22:06:00.006+02:002023-09-28T22:24:10.980+02:00LABERINTOS DE LA MEMORIA<div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyBoDMbgWDKeRTcSLCGzQyR5WMwOxI1T1QPNXak31nQvk6rZUKCHdeQY94qjXNpZOQ6_CHpy6D0Nw57Yexa_X-YiI2uJ31B325E7oq3D26GUalBnJCaheliF7njHqrOwz0g2I2IOYhriWgNO-gsg5pfUenknX9i4XZXivIlJdJwXVv6HvYoYyOyaK-fYwh/s896/dream_igfepy0tga0.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="640" data-original-width="896" height="286" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjyBoDMbgWDKeRTcSLCGzQyR5WMwOxI1T1QPNXak31nQvk6rZUKCHdeQY94qjXNpZOQ6_CHpy6D0Nw57Yexa_X-YiI2uJ31B325E7oq3D26GUalBnJCaheliF7njHqrOwz0g2I2IOYhriWgNO-gsg5pfUenknX9i4XZXivIlJdJwXVv6HvYoYyOyaK-fYwh/w400-h286/dream_igfepy0tga0.jpg" width="400" /> </a></div><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"></div>Los recuerdos nos guían a través de sus propios laberintos, desvelando minúsculas parcelas de un todo irrecuperable.</b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Me sumerjo en un túnel del tiempo y me veo a los nueve años, sentada en un pupitre centenario, donde el más mínimo movimiento causaba un crujido en la madera que alertaba a la maestra de cualquier travesura en curso. La clase era amplia y bañada por el sol, organizada en cuatro filas de pupitres. A nuestra espalda, recuerdo un armario desvencijado donde la profesora guardaba los escasos materiales con los que contábamos: lápices, tizas, pegamento y algunos libros. Era un colegio femenino, y el único hombre que habitaba aquellos espacios desempeñaba el papel de director.<br /><br />Lo que me ha transportado a este momento particular de mi pasado fue la llegada de una joven maestra llamada Nuria. Una tarde, la profesora colocó sobre la mesa un tocadiscos, un objeto inusual en una escuela pública, donde la mayoría de las alumnas procedíamos de familias humildes. La profesora transmitía el entusiasmo que ella misma sentía al mostrarnos algo tan novedoso; puso el tocadiscos en marcha y la sala se llenó de voces que representaban animales, contando una historia de la que no recuerdo los detalles, pero sí la esencia de una tarde especial lejos de la rutina diaria.<br /><br />Tuvieron que transcurrir varios años hasta que otro profesor me sorprendiera con una iniciativa similar. En esta ocasión, era la voz de Serrat la que cantaba poemas de Machado. Como siempre, mientras escuchábamos:<br /><br /></b></span><span style="font-size: large;"><b><i>Nunca perseguí la gloria<br /><br />ni dejar en la memoria<br /><br />de los hombres mi canción;<br /><br />yo amo los mundos sutiles,<br /><br />ingrávidos y gentiles<br /><br />como pompas de jabón.</i></b></span><span style="font-size: x-large;"><b><br /><br />Algún que otro gracioso interrumpió manifestando lo aburrida que resultaba esa música. El profesor, paseando por la clase, nos contó que ese verano había visitado Collioure, el pueblo francés donde el poeta falleció en 1939, después de salir de España camino al exilio. Nos habló de la República y de los poetas en el exilio: Alberti, Pedro Salinas, Luis Cernuda. Mencionó la Institución Libre de Enseñanza, a Lorca y a Giner de los Ríos. Por nuestra parte, no mostramos demasiado interés en lo que nos decía. Tardé años en comprender el regalo que aquel profesor nos estaba otorgando.<br /><br />Esa noche, los deberes incluyeron medir versos, identificar el tipo de rima, localizar recursos literarios, analizar el tema, sintetizar y expresar nuestra opinión personal. Hasta ahí todo normal, pero añadió algo nuevo, escribió en la pizarra «Tempus fugit». Teníamos que buscar su significado y relacionarlo con el poema.<br /><br />Han transcurrido más de cuarenta años y aún desconozco la razón por la cual este poema me ha transportado a esos dos momentos de mi infancia y adolescencia. Me encantaría continuar en el túnel del tiempo y trasladarme a Baeza, convertirme en una alumna que interroga a su maestro sobre la dicotomía planteada por Juan de Mairena respecto al uso del lenguaje. «Los eventos consuetudinarios que acontecen en la rúa» frente a «Lo que pasa en la calle».<br /><br />Parecen dos paradigmas, si no enfrentados, al menos con visiones muy distintas. Hubiese sido una clase magnífica.</b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-84460127151768518402023-07-12T10:50:00.008+02:002023-07-12T10:59:43.012+02:00PARA INÉS<div style="text-align: justify;"></div><p style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><b>I<br /></b></span></p><p style="text-align: left;"> <span style="font-size: large;"><b><br /></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>Para: Inés.sslcedo@gmail.com<br />Asunto: Trabajo sobre el Realismo Americano<br />mie, 12 jul, 8:00<br /><br /><br />Hola Inés:<br /><br />Te informo que he enviado el trabajo sobre las obras pictóricas del Realismo Americano al correo que me indicaste. A continuación, te proporciono los datos que deberías tener en cuenta al comentar un cuadro, tomando como ejemplo "Noctámbulos", de Edward Hopper:<br /><br />Obra realizada en 1942.</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>Museo: Instituto de Arte de Chicago.</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>Técnica: Óleo (76 x 152 cm).</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>Tema: Vida en la ciudad.</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>Composición del cuadro: </b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b>La composición del cuadro "Noctámbulos" de Hopper, pintado en 1942, es cautivadora y revela diversos elementos que contribuyen a su atmósfera intrigante. En esta obra, se presentan cuatro personajes que despiertan la curiosidad del espectador. Destaca una pareja, un hombre y una mujer, cuyas manos cercanas sugieren una relación íntima o conocimiento mutuo. Sin embargo, sus rostros reflejan una introspección profunda, como si estuvieran absortos en sus propios pensamientos y alejados del bullicio del entorno. Esta distancia emocional agrega un toque enigmático a la escena.<br /><br />El camarero, curvado hacia adelante, dirige su mirada hacia la pareja, como si estuviera en medio de una conversación con ellos. Esta interacción potencial entre los personajes principales crea una sensación de intriga y nos lleva a preguntarnos qué podría estar sucediendo en ese momento preciso. El cuarto personaje, de espaldas al espectador, añade una capa adicional de misterio, ya que su postura oculta su expresión facial y nos impide leer sus intenciones o emociones.<br /><br />La iluminación desempeña un papel crucial en la composición del cuadro. En contraste con la oscuridad del exterior, la luz en la cafetería crea un foco central en la escena. Esta luz brillante revela los detalles de los personajes y sus interacciones, mientras que el exterior en penumbra permanece en la sombra, sugiriendo un mundo exterior desconocido y potencialmente amenazador.<br /><br />En conjunto, la disposición de los personajes, sus gestos y expresiones faciales, junto con el juego de luces y sombras, hacen de "Noctámbulos" una obra fascinante que invita a la contemplación y al análisis de la vida urbana y las relaciones humanas en ese contexto particular.<br /><br />Contexto histórico y artístico de la obra:<br /><br />"Noctámbulos" fue pintado en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial. Pertenece al movimiento artístico conocido como Realismo Americano.<br /><br />En fin, asunto concluido.<br /><br />Tu madre, que te quiere.<br /><br /><br /><br /></b></span></p><p style="text-align: center;"><span style="font-size: large;"><b>II<br /></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><b><br /><br />Para: Inés.sslcedo@gmail.com<br />Asunto: Trabajo sobre el Realismo Americano<br />mie, 12 jul, 8:30<br /><br /><br />Querida Inés:<br /><br />No es fácil para mí expresarme de la forma en que lo haré, sé que me tomarás por loca. Hace diecinueve años, cuando te sostuve por primera vez en mi pecho después de un parto de once horas, me prometí a mí misma que facilitaría tu paso por este mundo, donde las cosas a mi no me habían resultado fáciles. No estoy segura de si, durante estos últimos diecinueve años, el apego era mío hacia ti o tuyo hacia mí. Hoy he tomado la decisión de que mis miedos a que abandones tus estudios, a que te quedes embarazada o a que te cruces con alguien que pueda hacerte daño, son solo eso, mis miedos, y tú no los mereces. Lo que necesitas es una madre que te permita vivir la vida con tus aciertos y errores, y por eso, si suspendes o si decides dedicarte a ser payaso en fiestas infantiles, es tu vida.<br /><br />A partir de ahora, no realizaré más trabajos por ti. No tengo intención de licenciarme en Historia del Arte, pero sí me gustaría intentar ser la madre que tú necesitas, y para eso debo dejar atrás mis miedos y confiar en ti.<br /><br />Tu madre, que te quiere.<br /><br /></b></span><span style="font-size: medium;"><b>Posdata: No olvides que no hay nada en este planeta que quiera más que a ti.</b></span></p>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-26363640904528494932023-06-25T22:48:00.008+02:002023-07-12T11:17:52.426+02:00"NOCTÁMBULOS"<div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Hola, argonautas del obrador de textos. He estado pensando mucho en la tercera actividad, de la cual, al parecer, soy la coordinadora.<br /></b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Al final, después de darle muchas vueltas, la idea me vino mientras veía la cuarta película de la franquicia "John Wick". Al principio de la cinta, algunas imágenes me recordaron el cuadro de Edward Hopper titulado "Noctámbulos".</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://historia-arte.com/_/eyJ0eXAiOiJKV1QiLCJhbGciOiJIUzI1NiJ9.eyJpbSI6WyJcL2FydHdvcmtcL2ltYWdlRmlsZVwvbmlnaHRoYXdrc19ieV9lZHdhcmRfaG9wcGVyXzE5NDIuanBnIiwicmVzaXplLDE1MDB8Zm9ybWF0LHdlYnAiXX0.VrR5ldDL1Aa8z6umQ3WNvikwR6iy4pttTmM/9_UVYsAA.webp" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="437" data-original-width="800" height="350" src="https://historia-arte.com/_/eyJ0eXAiOiJKV1QiLCJhbGciOiJIUzI1NiJ9.eyJpbSI6WyJcL2FydHdvcmtcL2ltYWdlRmlsZVwvbmlnaHRoYXdrc19ieV9lZHdhcmRfaG9wcGVyXzE5NDIuanBnIiwicmVzaXplLDE1MDB8Zm9ybWF0LHdlYnAiXX0.VrR5ldDL1Aa8z6umQ3WNvikwR6iy4pttTmM/9_UVYsAA.webp" width="640" /></a></div><b>Esta obra fue realizada en 1942 y muestra a cuatro personas en un café típico de los Estados Unidos, compartiendo un mismo espacio pero sin interactuar entre sí.<br /> </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Según los especialistas, "Noctámbulos" es un retrato que muestra la soledad en la que vive la mayoría de las personas que habitan en las grandes ciudades.<br /><br />También podría considerarse una escena de cine negro, según algunos críticos.<br /> </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Hopper es uno de mis pintores favoritos y es considerado uno de los mayores representantes del realismo estadounidense.<br /><br />La actividad que he pensado consiste en lo siguiente: partiendo del cuadro, pondremos en práctica nuestro oficio de escritores y construiremos un texto utilizando el género literario que deseemos (poético, narrativo, teatral, epistolar, ensayo). La extensión dependerá del criterio de cada uno.<br /></b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b></b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-71815904007673826352023-05-23T15:35:00.005+02:002023-05-23T15:36:26.845+02:00REFLEXIONES SOBRE ESTÉTICA Y ÉTICA<div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Voy a intentar realizar la segunda tarea propuesta en el Obrador de textos, bajo el título <i>Ética y estética en la literatura</i>, desde mi propia experiencia. Intentarè aplicar dichos conceptos a actividades con las que disfruto diariamente.<br /></b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Hace años leí una entrevista realizada al bailaor Antonio Gades, en la que el artista manifestaba que su maestra le había enseñado que por encima de la estética estaba la ética. Esta fue la primera vez que escuché una reflexión sobre dicha dicotomía. Para Gades, la estética tenía que ver con la puesta en escena de un espectáculo y este ha de someterse a lo que él entendía como ética,que era el respeto por los principios básicos del flamenco, empezando por la austeridad y sobriedad. Lograr lo máximo con los mínimos recursos, guitarra acompañando a la voz, palmas y pies.<br /><br /> La ética la relaciono con la conducta, con el bien hacer. La estética con la belleza y los sentimientos que producen. Parto de que la idea de belleza no es un absoluto unitario, sino que cada cual lo interpreta a su manera, como un constructo individual.<br /><br />En cualquier manifestación artística, al menos para mí, ética y estética van unidas. Algunos autores, con esta relación, consiguen grandes obras. Voy a poner algunos ejemplos:<br /><br />En el campo del cine, la directora Audrey Diwan lleva a la pantalla <i> El acontecimiento</i>, película basada en la novela de la última Premio Nobel Annie Ernaux.<br /><br />La película, desde el punto de vista ético, es un manifiesto a favor del derecho de la mujer al aborto y a la utilización de anticonceptivos prohibidos en la Francia de los años sesenta. La estética es la forma en la que se narra la historia, sin sentimentalismos, sin intención de juzgar. Los silencios, junto con la práctica ausencia de música y la utilización de primeros planos, se convierten en elementos narrativos.<br /><br /><i>Nomadland</i> es una película estadounidense escrita, dirigida y montada por Chloé Zhao. Cuenta una historia real. Narra lo que le ocurre a un grupo de personas de más de 60 años que pierden su trabajo y adoptan un estilo de vida nómada convirtiendo sus coches en un hábitat permanente. La película es una mezcla de documental y cine. <br /><br />En el campo de la música, mi pasión confesable, voy a mostrar dos trabajos realizados en este año:<br /><br />Los Chikos del Maíz, en <i>Nómadas</i>, nos dan un golpe de realismo, a ritmo de rap, con una letra revolucionaria y una escenificación propia del estilo: gorra de béisbol, <i>piercings</i>, pantalones anchos, tatuajes (para mí, narrativa esculpida en la piel).<br /><br />Silvia Pérez Cruz, hace unas semanas, publicó su último trabajo bajo el título <i>Toda la vida, un día</i>. A través de veinte canciones, nos invita a un viaje, donde letra, música y voz se compaginan para darnos un baño de nostalgia hacia diferentes ritmos. Si existe el inconsciente colectivo, la música sería un lugar de encuentro. Fuera de los circuitos en los que algunos músicos confunden el valor con el precio, la autora realiza un trabajo de sobresaliente, donde ética y estética se funden en un todo.<br /><br />En la novela de Montero Glez <i>Manteca colorá</i>, se cuenta la historia de un hombre que se dedica al contrabando de hachís y se ve envuelto en una venganza que le lleva a la muerte. El determinismo juega un papel importante. El uso que hace el autor del lenguaje convierte la obra en puro esperpento. Ni la ética ni la estética que se narran en esta novela pueden verse como modelos a seguir, pero sí como un reflejo de la sociedad en la que vivimos, donde las injusticia y la miseria siempre se dan en los mismos lugares y a la misma gente.<br /><br />En la novela <i>El lugar</i>, de Annie Ernaux, la autora, tras la muerte de su padre, reflexiona sobre su relación con él y el mundo donde el azar la ubicó. La educación reglada es la que la extrae de la precariedad del ambiente proletario en que nació. A Ernaux no le gusta que a sus trabajos se les llame novelas, desconozco la razón. Sus textos están escritos en primera persona, con un lenguaje cuidado pero al mismo tiempo asequible para todos. <br /><br />Para mí, la ética y la estética tienen que utilizarse de la misma forma que la harina y el agua en el proceso de la elaboración del pan.<br /></b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b></b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-56296365311447340162023-03-29T12:32:00.008+02:002023-03-29T13:02:31.553+02:00"LAS HOGUERAS"<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><div class="separator" style="clear: both; text-align: center;"><a href="https://imagessl1.casadellibro.com/a/l/t7/01/9788494547201.jpg" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" data-original-height="751" data-original-width="552" height="400" src="https://imagessl1.casadellibro.com/a/l/t7/01/9788494547201.jpg" width="294" /></a></div>Tras la lectura de la novela <i>Las hogueras</i> de Concha Alós, no logro entender por qué está autora no es reconocida al nivel de Carmen Martín Gaite, Juan Marsé, Sánchez Ferlosio o Ana María Matute, todos ellos relacionados con la narrativa de crítica social de los años de la posguerra.<br /><br />Se trata de una novela realista, donde los personajes ubicados en un pueblo de Mallorca añoran la felicidad.<br /><br />Para Asunción, la maestra del pueblo, soltera y desengañada, el determinismo condiciona la vida de todos. Según el narrador, este personaje «ha empezado a tener una certeza absoluta y casi fatal de que los destinos de los hombres están ya marcados. Cree que los seres humanos se abocan a un fin u a otro según su cuna, su medio, su herencia biológica». Asunción es una mujer amargada, a la que ya no satisface su trabajo, sin marido ni hijos y que rompe el estereotipo que de ella se esperaba. <br /><br />Sibila, por otra parte, vive de los recuerdos de un pasado en el que fue una modelo famosa y espera poder fugarse al París de sus sueños. Busca en su amante el apoyo que necesita para huir. <br /><br />Monegro, personaje primitivo, siempre está dispuesto a aprovechar cualquier ocasión para mejorar su vida.<br /><br />Archibald, el marido de Sibila, busca un lugar tranquilo para acabar sus días sumergido en la lectura y la pesca. Intenta tranquilizar su conciencia sobre el origen de su fortuna, y por eso muestra generosidad con los habitantes del pueblo.<br /><br />En la novela no hay esperanza. Los personajes consumen su vida con la cotidianidad circular, repetitiva, del día a día.</b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-55685684654855172982023-03-17T00:05:00.002+01:002023-03-17T00:19:04.211+01:00¿POR QUÉ ESCRIBO?<div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>He intentado responder a esta pregunta en algunas ocasiones y creo que esta es una buena oportunidad para abordarla. Un ejercicio de introspección podría ayudarme.<br /></b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Supongo que la persona que más se alegró de que aprendiera a leer fue mi madre, porque se liberó de ser perseguida por una niña que continuamente le pedía que le contara un cuento. Su voz se convertía en pura magia mientras narraba la historia de una princesa que su padre tenía prisionera en una torre muy alta. Han pasado más de cincuenta y cinco años y en mi memoria suena su voz con un timbre de mujer joven: «Cuando termine las faenas».<br /><br />Sin controlar lo más mínimo la estructura del lenguaje escrito, descubrí que podía narrar las historias que tanto me gustaban y ponerles el final que yo quisiera.<br /><br />Leer y escribir me hicieron más llevaderas las tardes de verano en las que los mayores se empeñaban en que durmiéramos la siesta. Escondida en el hueco de las escaleras, leía los libros que mis hermanas y yo comprábamos de la editorial Bruguera, repletos de ilustraciones en blanco y negro que hacían más interesantes las historias. Disfruté de <i>Tom Sawyer</i>, <i>David Copperfield</i>, <i>Los tres mosqueteros</i> y <i>El Conde de Montecristo</i>, sin contar la colección completa de Julio Verne.<br /><br />Sobreviví al infierno del instituto, donde cada mañana permanecía sentada en un pupitre de color verde, mientras mi imaginación volaba fuera de esas cuatro paredes. Me convertía en una bailarina de ballet clásico con zapatillas plateadas o en una enfermera que trabajaba en África. Por la noche, en mi diario, escribía páginas y páginas de un mundo de fantasía, donde el concepto de felicidad absoluta era un objetivo a conseguir.<br /><br />No creo que quedaran novelas de autores clásicos en la biblioteca municipal que yo no leyera. Tras la lectura de <i>Guerra y Paz</i> y <i>Ana Karenina</i>, me convertí en una asesina en serie, eliminando a los personajes que, según yo, deberían morir. Y esta afición ha llegado hasta hoy, donde me declaro adicta al género negro.<br /><br />En la parroquia del Carmen asistí a un club juvenil y fue allí donde me inicié en la lectura de Martín Vigil, un jesuita muy seguido por mi generación. Sus libros <i>Sexta Galería</i>, <i>Los curas comunistas</i> o <i>Una chabola en Bilbao</i> me llevaron a <i>La madre</i> de Gorki y a <i>Las uvas de la ira</i> de John Steinbeck.<br /><br />En la universidad encontré a mi compañero de vida y él me mostró una serie de escritores que yo desconocía: Borges, Cortázar, James Joyce. La lectura del monólogo interior de Molly Bloom me hizo entender que escribir va de ser libre.<br /><br />Durante años, la relación que mantuve con el lenguaje escrito fue por motivos de trabajo o la elaboración de la lista de la compra semanal. No ocurrió lo mismo con la lectura, seguí devorando cualquier texto que aterrizara en mis manos, manifestando especial interés en el género negro entendiendo este como novelas de crítica social.<br /><br />La respuesta clara a la pregunta inicial: entiendo el acto de escribir como un compromiso con el mundo en el que me ha tocado vivir. Las premisas del naturalismo, verdad, sencillez y belleza son las máximas que procuro cumplir.</b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-28117362111622691662023-02-27T00:05:00.021+01:002023-03-17T00:04:32.023+01:00ACERCA DE LA AUTORA<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><span>De mí, baste decir que he asistido a diferentes talleres de escritura creativa entre los años 2004 y 2009; colaborado en las revistas <a href="https://rebalaje.blogspot.com/search/label/F03.%20La%20Hoja%20Literaria" target="_blank"><i>La hoja literaria</i></a> (1999), <a href="https://rebalaje.blogspot.com/search/label/F07.%20Revista%20virtual%20Insomnio" target="_blank"><i>Insomnio</i></a>, (2005) y <a href="https://www.calameo.com/read/0055441469e3006487c75" target="_blank"><i>Monográfico de mujer</i></a> (2007); participado en el volumen <a href="https://www.calameo.com/books/0055441463891816d595d" target="_blank"><i>Y nunca empiece por una conjunción</i></a> (2006) y</span></b><b><span> perpetrado el blog <i><a href="http://jazmindeinvierno.blogspot.com/?m=1" target="_blank">Jazmín de Invierno</a></i> (2010). Además he sido cómplice de la redacción del poemario infantil <i><a href="https://rebalaje.blogspot.com/2020/06/sobrasada-de-sardinas-27-de-mayo-2020.html?q=sobrasada" target="_blank">Sobrasada de sardinas</a></i> (2020) y autora confesa del volumen de historias de mujeres <a href="https://rebalaje.blogspot.com/2021/11/josefa-y-demas-cuentos-2021-por-macarmen.html" target="_blank"><i>Josefa y demás cuentos</i></a> (2021).</span></b><br /></span></p>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-79375398738284469132021-06-17T20:32:00.020+02:002021-06-21T10:11:47.758+02:00UN PARTO<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><span style="font-family: inherit;">Para cuando cantó el gallo, Dolores había realizado la mayor parte de las faenas de la casa. Se dirigía al huerto donde los tomates, las calabazas y las patatas la esperaban. Las primeras contracciones la despertaron al amanecer. Intuía que a media mañana la criatura llegaría al mundo. No había dicho nada a nadie. Cada uno continuó con lo suyo. Los dos mayores partieron al cortijo del señorico a ganar medio jornal, lo estipulado para los menores de catorce años. Su Juan, con las bestias buscándose la vida; la niña, en casa de doña Julia para lo que hiciera falta. </span></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><span style="font-family: inherit;">Después de tres embarazos, sabía lo que acontecería a lo largo de la mañana. De su primer alumbramiento, le nació una niña que le vivió dos años; una diarrea se la llevó. En una semana, pasó de verla reír y corretear detrás de sus hermanos a enterrarla envuelta en una sábana sin una puñetera caja que la protegiera de la humedad de la tierra. La tumba, cubierta de piedras para que ninguna alimaña se le acercase. Pasó un mes hasta que el cura le dijo una misa que pagaron con media arroba de vino. Más tarde, un aborto de cinco meses y ahora esperaba que todo saliera bien.</span><br /></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><span style="font-family: inherit;"></span><span style="font-family: inherit;">Los dolores, cada vez más fuertes, le recordaban el último parto de su hermana Carmen. A la pobre, la muerte la rondó toda una noche y al amanecer, se la llevó con el niño en las entrañas.</span><br /></b></span></p><p style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><span><span style="font-family: inherit;">No sabía por qué en los nacimientos las mujeres de la familia se hacían presentes. Las veía a todas: a sus abuelas, que llevaban años bien muertas, a su hermana... pero sobre todo a su madre con la que nunca había tenido una buena relación. En esos momentos añoraba su compañía. Solo ellas podían entender lo que sentía y experimentaba su cuerpo, cómo se puede explicar que te abras en canal, que el dolor te desgarre y en ese instante te sabes parte de la naturaleza y que estás en la tierra para parir, para crecer y multiplicarse como dice la Biblia.</span></span><br /></span></b></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>E<span style="font-family: inherit;">ntre contracción y contracción, respiraba y recuperaba fuerzas. Recordaba a su madre gritándole:<br /></span></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><span style="font-family: inherit;">—¿A dónde vas?</span></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><span style="font-family: inherit;">—A recoger a tres criaturas.<br /><br />Cerró la puerta tras ella. Al final del camino, en la arboleda, el viudo de su hermana la esperaba. Unió su destino al de aquel hombre que ni le gustaba ni le dejaba de gustar. Ninguna mujer del pueblo se iba a hacer cargo de ellos, así que hizo lo que seguro su hermana le hubiera pedido: cuidar de sus chiquillos.<br /><br />—Dolores, cualquiera diría que vas a parir aquí, tirada en medio de la huerta —decía Adelina mientras se acercaba.<br /><br />—No te hacía tan pronto por estas tierras.<br /><br />—Carmela ha adelantado el viaje. ¿Para cuándo esperas?<br /><br />—Yo diría que en un rato sabremos si es niño o niña. <br /><br />Las mujeres se dirigieron hacia la casa. Adelina hablaba sin parar, intentando ocultar sus nervios.<br /><br />—Ya sabes que aunque soy <i>casá</i>, de alumbramientos sé poco.<br /><br />A los dos meses del casamiento, al marido de Adelina lo llamaron a filas. Ella se encontró sola en casa de sus suegros, los cuales nunca vieron con buenos ojos el matrimonio de los jóvenes. Al poco de irse el marido, le hicieron ver que como no tenía hijos, tampoco tenía derecho a permanecer en la finca y lo mejor era que volviera con su familia. Adelina no se turbó e hizo lo que su compañero le sugirió antes de marchar al frente: «Si te echan, vendes mi bicicleta, compras un burro y te intentas ganar la vida».<br /><br />Así fue como acabó dedicándose al estraperlo. Al principio, con su prima Gádor y la vecina de sus padres, Dulce. Las tres llevaban de contrabando alimentos que conseguían en los pueblos: huevos, patatas, harina y alguna que otra fruta. Sacaban lo justo para malvivir, siempre que no se tropezasen con los guardas que se lo quitaban todo. Según con quién dieras, unos te pegaban y otros te manoseaban. Por eso se habían asociado con Carmela. Tenía mala fama, pero el negocio iba mejor. Se quedaba con una parte mayor en la distribución. Su hermana regentaba una casa de putas en la capital y tenía cierta influencia con la autoridad. Con lo que sacaba, ayudaba a su familia. La comida escaseaba, la sensación de hambre era el padre nuestro de cada día.<br /><br />—Si quieres, llamo a la Carmela que ella sabe de estas cosas.<br /><br />—No tienes que buscar a nadie. Yo me apaño sola.<br /><br />Dolores vertió agua del cántaro, se lavó las manos y la cara, introdujo los pies en la palangana y cuando se vio limpia se quitó las bragas, se recostó en la cama y empezó a empujar.<br /><br />Un rato después, su hija llegó al mundo; la bañó, le dio el pecho, la vistió y la dejó en un canasto a los pies de la cama.<br /><br />Las dos mujeres limpiaron el cuarto y enterraron la placenta para evitar mal augurio. Se dirigieron a la cocina donde Dolores puso una sartén en la lumbre; echó aceite, ajos y tres rebanadas de pan. Cuando estuvieron tostadas, las cubrió de agua y dejó hervir.<br /><br />—Huele que alimenta —repetía Adelina—. ¿Qué me puedes dar hoy?<br /><br />—Poca cosa, una docena de huevos y medio saco de patatas. Ya sabes que tienes que pagarme con dinero. El dueño del verraco cobra por adelantado. Tengo que reunir los cuartos para preñar a la cerda o el invierno próximo será más duro que este.<br /><br />—Dinero bien poco, pero seguro que llegamos a un acuerdo.<br /><br />Después de devorar la sopa de ajos, Adelina cargó en el burro lo poco que había conseguido y tomó rumbo al barranco donde había quedado con las demás.<br /><br />—No os podéis imaginar la aventura de esta mañana: Dolores por poco pare en la huerta. Con contracciones y arrancando patatas. Cuatro empujones y ha traído una criatura al mundo.<br /><br />—¿Qué ha sido? —preguntó Carmela.<br /><br />—Una niña preciosa y bien gordita; yo diría que cerca de cuatro kilos.<br /><br />—Pues con ese peso, está <i>criá </i>—comentó Gádor.<br /><br />Las mujeres llegaron a Berja al anochecer y, como siempre, pernoctaron en una cueva alejada de la ciudad. Bien entrada la noche, escucharon acercarse bestias de carga. Carmela les dijo que permanecieran calladas mientras ella veía que pasaba y se alejó del grupo sin hacer ruido.<br /><br />—Creí que no llegabas. </span></b></span></p><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Las cosas se han complicado —dijo el hombre, al tiempo que encendía un cigarro—. ¿Alguna novedad?</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Ya ha nacido y como te dije, la madre la deja sola mientras se va a trabajar. Con cuidado, os podéis hacer con ella sin ningún problema.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Menuda tapadera te has buscado con estas muertas de hambre.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Repíteme lo acordado, no quiero despistes.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Coger a la criatura, llevarla al convento de las monjas y después reunirme contigo en el local de tu hermana donde me entregarás la cantidad de dinero acordada.</span></b></div><p style="text-align: left;"><span style="font-size: x-large;"><b><span style="font-family: inherit;"></span></b></span></p>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-42058640163744866492021-05-25T19:24:00.002+02:002021-05-26T11:58:08.728+02:00 EN LA NOCHE<div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><b> EN LA NOCHE<br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Como cada noche desde hacía más de quince años, María revisaba su furgoneta comprobando que llevaba todo lo necesario: condones, café, leche, azúcar, galletas, caldo y el botiquín de emergencias. Cerró la puerta lateral y, frente al volante, articuló: «Vamos para allá».<span style="font-family: inherit;"><span style="background-color: white; color: #4d5156; font-style: normal; font-variant: normal; text-decoration: none; vertical-align: baseline; white-space: pre-wrap;"></span></span></b></span></div><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Inició la ruta dirigiéndose hacia el polígono industrial. Abandonó la ciudad y se sumergió en ese mundo que la oscuridad oculta. Lo que a los ojos de Dios es pecado y a los de los hombres ilegal era lo que ella observaba cada noche con la cotidianidad que da el paso del tiempo. Aparcó en el mismo lugar de siempre. </b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>—Llegas un poco tarde —comentó Sandra—. Dame un café calentito, que tirito de frío.<br /><br />—Toma, bebe. ¿Cómo va la noche?<br /><br />—De puta mierda, hoy no saco ni <i>pa </i>pipas. Gracias por el café, sabe rico.<br /><br />Se quedaba hora y media en las paradas programadas. Mientras permanecía en el lugar, observaba lo que ocurría a su alrededor. El mismo ritual noche tras noche: los espacios divididos, cada grupo en su lugar. En la entrada, seis jóvenes </b></span><span style="font-size: x-large;"><b>vigiladas por el chulo de turno</b></span><span style="font-size: x-large;"><b>; ninguna pasaba de los veinticinco. Las mujeres trans, mucho más llamativas y habladoras, se situaban en círculo, sin ningún proxeneta por los alrededores. Los chaperos, al fondo, junto con los camellos. Al principio, cuando empezó a ejercer la calle (como llamaba su amiga Lola a lo que ella hacía), observaba a las mujeres y leía en su rostro el lugar de procedencia, la edad y las circunstancias que las habían llevado allí. Con el paso del tiempo aceptó que no podía cambiar esa realidad, solo acompañar y ayudar en la medida que ellas requerían.<br /><br />—María, ¿me das una compresa? —pidió Aurora—. No paro de sangrar, no es mucho. Le he dicho al Carmelo que no tengo el coño <i>pa</i> ruidos, pero el muy listo me ha dado un bofetón y me ha echado a la carretera; así que aquí estoy: con dolor de ovarios y cagándome en la puta que lo parió.<br /><br />—¿Te ha llevado Carmelo a la casa de Rosa?<br /><br />—Ayer por la tarde.<br /><br />—Ese sitio no reúne las condiciones mínimas. Tres abortos en un año es una locura. Los clientes deben usar condón. Por ese camino no cumples los diecinueve. Descansa un poco y bebe un café caliente. Ya sabes que yo medicación no llevo.<br /><br />—Allí donde la Rosa no te preguntan nada, entregas el dinero y te alistan en un segundo.<br /><br />A paso ligero, moviendo los brazos y gritando para que todo el mundo le oyera, el mantenido de las chicas se dirigió hacia el furgón.<br /><br />—¿Se puede saber qué haces aquí? Te he dicho que te pongas a trabajar. No te lo pienso repetir.<br /><br />—Ya voy. No hay que ponerse así. Solo bebo un poco de café con leche —levantaba el vaso Aurora a modo de disculpa.<br /><br />— Y tú, ¿cuándo vas a dejar de venir a dar por culo? Aunque si quieres trabajo, todavía tienes un buen polvo. Eso sí, te tendrías que poner algo sexi —gritaba el macarra entre risas.<br /><br />María, con su metro setenta y ocho y un cuerpo voluptuoso heredado de su abuela alemana, se dirigió hacia el hombre y, con el puño cerrado, le golpeó en la nariz. Los allí presentes no podían creer lo que estaban viendo. Sin pensarlo, el hombre sacó una navaja del bolsillo. La mujer intentó protegerse con las manos. No sintió nada. Carmelo huyó, se palpó la sangre en sus brazos y en el costado. Supo que se hallaba sola, fue hacia el coche, cogió el móvil y llamó a urgencias. La herida del costado no dejaba de sangrar, presionó y esperó la ayuda que sabía venía de camino<br /><br />Ansiaba abrir los ojos, pero el peso de los párpados se lo dificultaba. Conocía el efecto de la anestesia. Ese duermevela persistiría durante horas. Escuchaba voces a su alrededor pero no podía hablar. Entre sueños, presente y pasado se diluían. Vio a Luis un amigo del instituto que le decía:<br /><br />—María, por favor, no peques de ingenua, la felicidad absoluta no existe. En tu vida habrá momentos más o menos felices. Lo de echarte novio a los diecisiete, casarte a los veintidós y, colorín colorado, la felicidad ha llegado, es un cuento chino.<br /><br />Eso ocurría en un baile organizado por las juventudes comunistas, bastantes años atrás. En su memoria, el ayer y el hoy se confundían. Se veía esperando a su novio en la puerta del baile. Llegó acompañado de su mejor amiga. Las miradas lo dijeron todo. Ricitos de Oro lo había vuelto a hacer: Agitar las pestañas, contornear las caderas y un gilipollas más a su lista de conquistas. Le dijo que lo sentía pero que se había enamorado de Laura, y debían romper. Pensó que sin príncipe azul, sin felicidad absoluta y sin su mejor amiga, lo mejor que podía hacer era irse a su casa, allí por lo menos sabía lo que le esperaba.<br /><br />La madre, con cara de pocas amigas, le comentaba que había coincidido en misa con la directora del instituto y le había dicho que llevaba todo el curso muy despistada y la historia del novio no beneficiaba en nada.<br /><br />—¿Desde cuándo lo del enamorado? —preguntó su progenitora muy enfadada.<br /><br />Se puso a llorar como una magdalena. En ese momento, ella esperaba ser abrazada y consolada pero lo que escuchó fue:<br /><br />—Déjate de tonterías. Tienes diecisiete años y toda la vida por delante. Los hombres, a parte de para dejarte embarazada, sirven para bien poco. Sin comerlo ni beberlo, te ves envuelta en tareas que desde mi punto de vista solo sirven para facilitarles la vida a ellos. Nada que sea realmente transcendental nos está permitido a las mujeres. Hasta hace poco, ni abrir una cuenta corriente en un banco. Aquí donde me ves, trabajé de telefonista hasta que me casé y no puedes ni imaginar lo feliz que era gastando mi dinero sin tener que dar explicaciones. Dejé el trabajo porque mi madre y mi suegra así lo consideraron. Han pasado diecinueve años y todavía no se lo he perdonado… Escucha bien lo que te voy a decir: el año próximo empiezas magisterio. Según la directora, tú no das para más. Es imprescindible que tengas un trabajo. La independencia económica es tu libertad.<br /><br />Suspendió la prueba de acceso a magisterio. Se vio matriculada en una escuela de enfermería privada de dónde, según su progenitora, no saldría sin un título con el que ganarse la vida.<br /><br />—Maria, despierta, tienes que ir espabilando —escuchaba decir a Lola—. Afuera he dejado al comisario Salcedo, quiere hablar contigo para que lo pongas al tanto de lo ocurrido. Le he comunicado que todavía no te has recuperado de la anestesia y que vuelva cuando estés en planta. El muy idiota ha hecho como que no me conoce, pero nosotras le conocemos de antiguo, de cuando íbamos de parranda. No sé si te tiró los tejos a ti o a mí. Con los años, la memoria juega esas malas pasadas. ¿Lo recuerdas?<br /><br />¡Que si lo recordaba! Lo veía esperándola en la puerta de la residencia de las dominicas donde Lola y ella compartían habitación. Evocaba su sonrisa, sus besos llenos de impaciencia, sus abrazos y caricias inexpertas, los silencios cuando ella le explicaba que se había probado el uniforme de enfermera y se había visto realmente guapa con su vestido entallado, las medias blancas, los zapatos de tacón bajo. Pero lo que más le había sorprendido era la cofia. No lograba recordar cuándo dejaron de verse. Quizá fuera al iniciar las prácticas en San Juan de Dios. Allí conoció a Teresa, enfermera de más de cuarenta años, que muy amablemente le dijo que la cofia no era obligatoria y solo se utilizaba en actos oficiales pero que hoy podía dejársela puesta.<br /><br />Poco a poco, Teresa le enseñó el oficio. Fue durante el segundo curso cuando le habló de la posibilidad de realizar voluntariado en la Cruz Roja y ella aceptó.<br /><br />A la semana siguiente entró por primera vez en un barrio de chabolas descubriendo un mundo que para ella había permanecido oculto. Dejaron el coche frente a un habitáculo prefabricado, compuesto por tres pequeñas habitaciones. Entraron en la primera, donde un señor de unos sesenta años y una bata blanca les daba la bienvenida .<br /><br />—Tu debes de ser la nueva —expresó el hombre—. Me llamo Salvador y soy pediatra.<br /><br />— María, y vengo con Teresa.<br /><br />Desde la ventana de un pequeño baño, descubrió un barrio de casas hechas con cartón y trozos de uralita donde el mal olor ponía de manifiesto la ausencia de alcantarillado y agua corriente. A la entrada de las chabolas, las mujeres encendían hogueras; los jóvenes y ancianos se calentaban mientras fumaban y conversaban. Los niños, prácticamente desnudos y descalzos, correteaban por las calles de tierra levantando polvo y miseria. Acababa de aterrizar en un planeta llamado El Cerrillo, del que la mayoría de la gente no quería saber nada.<br /><br />De regreso a la ciudad, Teresa le comentó:<br /><br />—Sé que estás impresionada por lo que has visto, no todo el mundo resiste este lugar. <br /><br />—Claro que me ha sorprendido, pero pienso seguir viniendo. ¿Quiénes eran las que repartían la merienda a los niños?<br /><br />—Son religiosas. Si deseas continuar con el voluntariado, debes en primer lugar apuntarte a un curso de defensa personal porque nunca sabemos qué nos podemos encontrar y, en segundo lugar, sacarte el carnet de conducir para poder desplazarte sin depender de nadie.<br /><br />Ella se reía con disimulo, pensando que tanto Teresa cómo su madre estaban cortadas por el mismo patrón y deseaban convertirla en una mujer independiente.<br /><br />A partir de ese día, sus ratos libres los dedicó a colaborar con la Cruz Roja. Iba donde le mandaban. Poco a poco, el mundo que nadie ve, el de los sin techo, el alcoholismo, la prostitución, aquel que solo son cifras, datos en los libros y noticias efímeras en la prensa, se convirtió en su día a día y, como ocurre cuando lo que haces te llena, los días, los meses y los años pasan en un pispás y, por eso, cuando escuchaba a Mercedes Sosa cantar <i>Volver a los diecisiete</i> y se miraba al espejo, no entendía como la vida había volado tan de prisa.<br /><br />—Despierta —repetía Lola—, no sabes el susto que me has dado cuando te he visto en la camilla entrando por urgencias. Te has empeñado en que te maten. Tienes cinco puñaladas, pero solo una de consideración. En un par de horas te subimos a planta. Tú y tu manía de ganarte el cielo en la tierra.<br /><br />—Deja de echarme la bronca. No olvides que fuiste tú la que me enseñó que la vida sin un poco de riesgo no merece la pena.<br /><br />—Pero yo me referia —aclaraba Lola— a fumar algo de marihuana, a beber de vez en cuando y a tener sexo con quien nos saliera de las narices. Lo tuyo hace mucho que se sale de toda lógica. En la sala de espera, hay una amiga aguardando poder hablar contigo. Lleva más de cuatro horas. La voy a dejar pasar diez minutos y ni un segundo más.<br /><br />—¡Estas viva, <i>condená</i>! —dijo Aurora—. Creí que te había <i>matao </i>el hijoputa. Te apuñaló y no te ayudé. Salí corriendo, me escondí, llamé al número que tú me diste para emergencias y llegaron en seguida. Eres valiente. Cuando te vi acercarte a él y golpearle en la cara, el muy cabrón no lo esperaba. La gente no para de llamarme, todos quieren saber de ti. Yo les digo lo que me ha dicho la enfermera: que de esta no te mueres.<br /><br />—No te engañes, si estoy viva es porque tu chulo solo ha querido asustarme.<br /><br />—¿Sabes una cosa? —dijo Aurora—, nadie se cree que seas monja.</b></span></p>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-65616054625024504092021-04-27T17:20:00.009+02:002021-04-27T17:31:35.063+02:00LA NEGOCIACIÓN<div style="text-align: center;"><b><span style="font-size: x-large;">LA NEGOCIACIÓN</span></b></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Seis por cero cero,</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">seis por uno seis,</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">seis por dos doce,</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">seis por tres dieciocho...</span></b></div><div style="text-align: justify;"><br /></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">Cantaba María mientras su padre intentaba peinarle las trenzas lo más parejas posible. No quería que las madres bien intencionadas le pusieran ningún defecto al cabello de su hija, aunque para ello él practicara a escondidas con una vieja peluca.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Papá, ¿qué día es hoy? —preguntó la niña.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Veintiocho —respondió el padre.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—No, de número no, de día.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—¿Quieres saber el día de la semana?</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Siiii, papá.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Hoy es viernes.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Entonces, vigilia. La abuela me va a obligar a comer potaje y yo lo odio.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—María hay que comer de todo, para crecer sanos.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">Luis sabía que sin la ayuda de sus padres el acuerdo de custodia compartida al que había llegado con su ex mujer habría sido más difícil. Ellos recogían a la niña a las dos y almorzaba en su casa. A partir de las tres, él se hacía cargo de su pequeña y la verdad se las arreglaba muy bien. Hasta las trenzas ya le salían perfectas.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">Ver el rostro de su hija reflejado en el espejo, sonriendo y repitiendo la tabla de multiplicar cada mañana, le hacía sentirse bien con él mismo y por nada del mundo pensaba renunciar a esa sonrisa mellada que protestaba por no comer lentejas.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Maria te aconsejo que negocies con tu abuela y llegues al mejor acuerdo posible.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Papá, yo le digo: «Abuela, comeré un cazo de potaje si me dejas esta tarde jugar un ratito más». Ella dirá: «Eso vale por lo menos tres cucharones». Yo protestaré y diré: «Uno y medio» . La abuela dirá: «Dos y medio» y entonces cederé.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—Chica lista, y negocias muy bien.</span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;"><br /></span></b></div><div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">—El abuelo dice que tengo a quién parecerle y que tú eres el resultado de la mejor negociación de la abuela.</span></b></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-67823151284119996032021-01-31T16:26:00.009+01:002021-02-01T20:47:33.227+01:00 SECRETOS<div style="text-align: justify;"><b><span style="font-size: x-large;">La alarma del móvil sonó con la canción <i>La senda del tiempo</i> del grupo Celtas Cortos y Elena retornó al mundo de los vivos desconectando su ordenador.<br /><br />Faltaba una hora y media para la reunión en la sede del rectorado, donde esperaba ser elegida. Contaba con el respaldo de la mayoría. No había sido fácil llegar hasta allí. Decana de la facultad de Ciencias de la Educación y toda una vida dedicada a la enseñanza y a la investigación la avalaban para ocupar ese puesto. No podía decir a sus cincuenta años que la renuncia a una familia a unos hijos la entristeciera. En ella no habitaba ese tipo de mujer.<br /><br />—Elena, el profesor Don Hugo Velázquez, pregunta si dispone de un momento —dijo su secretaria—. Quiere comentarle algo importante.<br /><br />—Hazlo pasar.<br /><br />No soportaba a Hugo Velázquez, impuesto desde las altas esferas. Poseía un currículum intachable que lo acreditaba, pero algo en ese hombre de treinta y pocos no acababa de convencerla. Demasiado educado, demasiado preparado, demasiado todo... A ella no le gustaba la perfección, prefería a las personas de carne y hueso. Hugo representaba una mezcla de actor guapo y <i>surfero</i> despreocupado, un hacker informático de los ochenta bien vestido y con aire descuidado.<br /><br />—Gracias por recibirme sin avisar —comentó Hugo alargando su mano y estrechando con demasiada fuerza la de ella—, deseaba que me informaras de quién va a sustituir a Soledad. El tratamiento para ese tipo de cáncer es prolongado y los resultados poco alentadores. No estaríamos hablando de una sustitución sino más bien de una adjudicación a largo plazo. Sé que habrá más de un interesado, pero con la disponibilidad y mi curriculum pocos. Si a eso le añadimos mi dominio del alemán, soy sin duda la persona que necesitáis. Cualquier sugerencia tuya sería tomada en consideración y me facilitaría las cosas y ese es el motivo de esta visita.<br /><br />—Me supones —manifestó Elena— un poder que no tengo y que no utilizaría de poseerlo. Habla con el jefe del departamento y plantéale la cuestión, pero insisto, yo no puedo interferir. Si me disculpas, llego tarde al rectorado.<br /><br />—Si, —comentó Hugo levantándose despacio y mostrando su móvil—. Dentro de una hora esperas ser elegida rectora, felicitaciones, pero dudo mucho que eso vaya a ocurrir. Si pulso esta tecla de aquí en segundos todo lo que has anhelado en tu vida se va al garete por unos secretillos de juventud.<br /><br />—Que tonterías dices. ¿Me chantajeas? —inquirió Elena—. Mi vida es sencilla, la de una luchadora; conmigo no van esas sandeces.<br /><br />—Como tú quieras —sonreía Hugo—. En el trayecto hacia el rectorado, piensa lo que vas a hacer. Si para las diecisiete cuarenta no recibo tres caritas sonrientes y un <i>ok</i> en mi <i>wasap</i>, toda la universidad conocerá tu secreto y lo hará de forma espectacular, no habrá sitio donde esconderte. Yo comunico y manípulo bien. Piénsalo.<br /><br />—¡Fuera de mi despacho! —gritó Elena.<br /><br />Tomó el abrigo, el bolso y el maletín. Tardaba unos veinte minutos en llegar andando al palacio de San Blas donde estaban ubicadas las oficinas. Durante el recorrido no dejó de pensar en lo que el muy sinvergüenza podía tener en contra de ella. Reflexionó en su trayectoria profesional. No podía acusarla de ningún tipo de plagio, tan de moda. Sus publicaciones se basaban en investigaciones originales realizadas por ella. Siempre se había mantenido al margen de la contratación del personal y de todo lo relacionado con cuestiones económicas para no verse envuelta en situaciones que la perjudicasen.<br /><br />Ella sabía que dos eran los puntos débiles en su vida. <br /><br />Por un lado, la relación sentimental que mantuvo con un catedratico en sus primeros años de universidad. Tardó largo tiempo en darse cuenta de que frente a ella se encontraba un narcisista <i>follalumnas</i> del que se desenganchó sin pena ni gloria. Pero las historias pueden relatarse de diferentes formas y posiblemente Hugo la presentaría como una alumna ambiciosa que buscaba apoyos para obtener una plaza en algún departamento. No podía ni imaginar lo que aparecería en las redes. <br /><br />Por otro lado, abortar a los veintisiete, en los tiempos que corren, no asustaría a nadie. Ella había firmado manifiestos a favor de la interrupción del embarazo y acudido a diferentes concentraciones, pero realizarlo en el extranjero con un nombre falso para no dejar ningún documento ni información al respecto podría ser mal interpretado. Tampoco había comunicado al amigo con el que mantenía un <i>affaire </i>su embarazo.No eran pareja y su relación la llevaron en secreto. Ella tenía un problema y le dio una solución. Cada vez que se encontraba con su antiguo amante este le recordaba la historia de amor que compartieron.<br /><br />Algunos hombres necesitan revestir el sexo con historias románticas. Si la historia salía a la luz perjudicaría a este hombre que para nada se merecía ver su nombre por los suelos.<br /><br />Accedió a la sala donde tendría lugar la reunión, se sentó y supo que no renunciaría a sus sueños. Así que extrajo su móvil, pulsó tres caritas sonrientes y un <i>ok</i>, esperando que la tarde siguiera su curso.<br /><br />Elena, en su nuevo despacho, atendía las obligaciones diarias. A última hora tenía programada una cita con el compañero Hugo Velázquez que venía a despedirse.<br /><br />—Elena —dijo su secretaria—, esta mañana un profesor dejo este sobre para ti, manifestó que era importante.<br /><br /></span></b> <b><span style="font-size: x-large;">Aferró el sobre, lo abrió y dentro encontró una tarjeta. Elena leyó: «Todos tenemos secretos. Los tuyos los desconozco, pero me han servido bien».<br /><br />Elena rompió en mil pedazos la tarjeta y pensó: «¡Miserable!».</span></b></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-77409536352190897032021-01-15T16:59:00.004+01:002021-01-31T16:49:42.976+01:00EL COLGANTE<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><b>«</b>La primera vez que vi robar a mi madre no alcanzaba la edad de siete años. Ocurrió en una estación de autobuses y sustrajo un colgante del bolso de una mujer que lo había dejado abierto y enganchado de una silla mientras se dirigía a la barra a pedir una consumición. Una vez hurtado el objeto, mi madre, sin prisa y sin pausa, me arrastró fuera del local y nos dirigimos a nuestro coche. Ella daba por finalizada su jornada laboral.</b></span><br /></div><div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><b>»</b>Los ladrones de poca monta podemos ejercer nuestro oficio porque la gente confiada no puede imaginar que a su alrededor surjan cacos dispuesto a dejarlos en pelota si se les presenta la menor ocasión.<br /></b></span></div><div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: left;"><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><b>»</b>Según mi abuela, que me crió y me conocía mejor que nadie, yo apuntaba formas para el oficio desde pequeña ya que solía traerme de la guardería la plastilina escondida en las braguitas. Por lo tanto, no podía extrañarme cuando el juez de menores me explicó que no le quedaba más remedio que mandarme a un reformatorio donde permanecería recluida durante dos años por diferentes delitos. Tenía quince años</b></span><span style="font-size: x-large;"><b><b>»</b>.</b></span><br /></div><br /></div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>La mujer cerró el libro, levantó la cabeza y miró a la clase:</b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b> </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>—Os acabo de leer parte del prólogo de este libro que publiqué hace tres años y que estará incluido en el material con el que trabajaremos este cuatrimestre. En una semana, sobre mi mesa, espero un trabajo escrito a mano donde tracen un esbozo del perfil de la adolescente que fui yo.</b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-71940832811433144342021-01-09T22:56:00.004+01:002021-01-31T16:49:58.437+01:00TANATORIO<p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Día tranquilo en la peluquería, como casi todos desde que comenzó la pandemia. La gente solo acude cuando no le queda otro remedio: tintes y cortes; por lo demás, intentan acondicionarse ellas mismas.<br /><br />El miedo al contagio de virus nos perjudica económicamente. Hemos adaptado el local a la nueva situación y organizado las visitas, pero aún así el número de clientes ha disminuido.<br /></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Hoy he salido una hora antes para dirigirme al tanatorio donde velan el cuerpo de Martirio, una vecina de mis padres que ha muerto de coronavirus a los ochenta y ocho años. Me siento en el coche y mentalmente elijo el trayecto hacia el edificio ubicado a las afueras del pueblo; girar a la izquierda, salir a la Alameda y todo recto, sí, seguro que es el itinerario más adecuado. Aparco el coche, me pongo una mascarilla para interiores y me encamino a un inmueble prácticamente vacío. Entro en un gran recibidor y me dirijo a la sala número cuatro. Dentro, las tres hijas de Rosario: Carmen, Mercedes y Rosa. Sigo manteniendo una buena relación con Rosa. Clienta de la peluquería desde que volviera de Francia, adonde toda la familia emigró a mediados de los sesenta. Me aproximo a ellas guardando las distancia, hago un gesto llevándome la mano al corazón, sustituyendo el abrazo que en otras circunstancias compartiríamos como muestra de dolor; la palabra lo siento o te acompaño en el sentimiento no es suficiente. Después de unos minutos abandono la sala y salgo al exterior; permaneceré un rato, después me marcharé. Tras de mí aparece Rosa, me da las gracias por venir a despedir a su madre y como ocurre siempre en los velatorios, hablamos y mencionamos detalles del difunto. Yo recordé haber entrado en su casa siendo una niña de unos siete años y ver sobre el poyo de la cocina una tortilla de patatas más gruesa que las cocinadas por mi madre y con un olor diferente. Esa noche, durante la cena, le dije: «Mamá, la tortilla de Rosario es más alta y huele distinto». Mi madre respondió: «Seguramente le pone cebolla».<br /><br />Ese día aprendí que la tortilla de patatas podía hacerse con o sin cebolla. Las dos recordamos nuestra niñez en el barrio y cómo pasábamos las tardes jugando en la calle, sobre todo en la primavera, cuando comenzaba la monda. Los niños esperábamos el regreso de los trabajadores de la vega con los burros cargados de cabos de caña, nos acercábamos y tirábamos de ellos. Los hombres, cubiertos de tizne negro, nos reñían, pero al final nos los daban para que jugaramos con ellos. Los uníamos de tres en tres, fabricando un trípode, los colocábamos en el suelo y jugábamos a saltarlos. Le dije que recordaba a su prima Teresa como la que mejor realizaba los nudos y la pena de su muerte, tan joven, en el accidente. Rosa me mira y me dice: «Mi prima no murió en ningún accidente, esa mentira la difundió mi abuela. Teresa, embarazada por tercera vez, acudió a un lugar que le recomendó la francesa para la que trabajaba a que le practicarán un aborto; algo salió mal y ella, por las razones que fuera, no marchó al hospital, así que se pudrió por dentro, ni más ni menos». Rosa, con los ojos vidriosos, y yo, con la mano en el corazón, nos despedimos en silencio.</b></span></p>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-33319108158431639742020-12-28T18:53:00.014+01:002021-01-31T16:50:10.915+01:00NAVIDAD EN EL CORTIJO<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Que la navidad empezaba con la matanza del cerdo en el cortijo de mis abuelos lo entendí años después, pero aquella mañana una niña observaba a un grupo de adultos trajinar por la finca y ella, como un duende invisible, los siguió a lo largo del día y construyó en su mente recuerdos que, pasados más de cincuenta años, brotan cada mes de diciembre para reafirmar un pasado que perdura fuera de aquel espacio y aquel tiempo.<br /><br />El nombre de Cayetano convive con un señor alto y delgado, que esgrime un cuchillo enorme el cual introducía en la garganta del animal de donde saltaba la sangre a un lebrillo. La mano de mi abuela agitaba el líquido rojo de forma circular haciendo remolinos.<br /><br />Que la matanza es una liturgia en la que hombres y mujeres actúan siguiendo un protocolo lo comprendí también más tarde.<br /><br />Guardo en la memoria la mano de mi tía María Luisa que me llevaba hacia el barranco donde las mujeres más jóvenes limpiaban las tripas del cochino y un olor agrio resultaba de mezclar limones, sal y harina. Su voz, que me advertía: «no te alejes de mi vista», me invitaba a acercarme a ellas y escuchar sus charlas.<br /><br />Los mayores, que con el tiempo supe llamar tíos, primos, cuñados, familia, se dividían en grupos donde cada uno desempeñaba diferentes tareas. Los hombres, después de matar y colgar al cerdo sobre una pared, dedicaban el día a comer, beber y jugar a las cartas. Las mujeres rellenaban las tripas, preparaban la carne y cocinaban parte del cerdo. <br /><br />Mi abuela no permitía que ningún niño entrara en la cocina mientras ella cocía las morcillas. Nos contaba la historia de que hacía muchos años un niño cayó en el caldero y murió, recuerdo a mi abuela realmente asustada y cómo mi abuelo me conducía al comedor y repetía que me mantuviera cerca. Yo permanecía a su lado y me maravillaba mientras contemplaba cómo liaba un cigarrillo, mojaba el papel con su lengua y lo encendía con un mechero de yesca.<br /><br />De mi abuelo recupero su media sonrisa tan parecida a la de mi padre e idéntica a la de mi hijo.</b></span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-52108449239340590002020-12-17T19:55:00.003+01:002020-12-27T18:27:15.445+01:00LA HERMANDAD<p style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><b> LA HERMANDAD<br /></b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><br />Sé que estoy muerto. Mi cuerpo tumbado en el suelo junto al libro de jurisdicción heredado de mi abuelo, lo mismo que esta profesión de abogado que siempre he odiado y mi larga experiencia como juez levantando cadáveres, me avalan y puedo verificar que efectivamente estoy muerto.<br /><br />Mañana, a eso de las ocho, mi mujer encontrará mi cuerpo. Histérica, llamará a la policía iniciando el protocolo establecido para estas situaciones. Tras la policía, llegará el forense seguido por el juez de guardia. El médico testificará que llevo muerto unas ocho horas aproximadamente y que cualquier otra pregunta la responderá después de la autopsia.<br /><br />Para tranquilidad de todos, el doctor acreditará el infarto causado por mi afición a la buena mesa y al tabaco, sospechosos de mi defunción.</b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><br />Nada se sale de los cauces normales establecidos. Ninguno de ellos conoce mi pertenencia a la Hermandad del Silencio. Ningún parecido con las cofradías de la Semana Santa. Nosotros nos dedicamos a cosas más terrenales, tales como facilitar en la medida de lo posible la vida a los miembros de la institución. El número de socios de la hermandad es limitado. Exactamente lo mismo que ocurre con los componentes de la Real Academia de la Lengua y de cualquier otra institución que se precie. </b></span></p><p style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><br />La espera para ocupar una plaza se eterniza. Algunos impacientes optan por diferentes atajos, pero, al final, la muerte representa la única forma de ocupar la silla vacante.<br /><br />Siempre he sido consciente de la temporalidad del cargo. Solo destacar la reducida creatividad mostrada en el procedimiento a la hora de ejecutar la acción pero, como todos sabemos, la juventud es impaciente por naturaleza.</b></span></p>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-86096079500110773212020-12-03T13:17:00.002+01:002020-12-06T12:57:43.075+01:00SAJONIA, 1491 (Cuento apócrifo)<div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><b>SAJONIA, 1491<br /></b></span></div><div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><b>(cuento apócrifo)<br /></b></span></div><div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b><span class="aCOpRe"><span>«</span></span>Padre, ¿está seguro de que podemos sustituir los ingredientes? Mire usted que estamos en Adviento...<span class="aCOpRe"><span>»</span></span>, repetía Erika a su padre, mientras mezclaba la harina con la mantequilla. Ella sabía que en las cuatro semanas anteriores a la Navidad había que guardar ayuno y el pan solo se podía elaborar con harina, agua y aceite, de lo contrario se arriegaban a ser multados y en caso extremo, perder el permiso que el obispo otorgó a su abuelo para abrir el negocio.<br /> </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>—No te preocupes, el buen papa Inocencio VIII nos autoriza a sustituir el aceite por la mantequilla a cambio de unas monedas que el padre Cedrik ya recogió ayer.<br /> </b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Ambos esperaban que los nobles y comerciantes de la ciudad valoraran un <i>stollen </i>con más sabor y aroma. Estaban dispuestos a pagar a la Iglesia la bula establecida a cambio de una mayor ganancia.</b></span></div></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-16986128648078126262020-11-08T17:10:00.000+01:002020-11-08T17:10:07.313+01:00LA CARTA<div style="text-align: center;"><span style="font-size: x-large;"><b>LA CARTA</b></span></div><div><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Doña Luisa tomó el abrecartas del cajón superior de la mesa, con cuidado lo introdujo en el sobre y lo deslizó por el interior del papel.<br /><br />Frente a ella, Joaquina observaba el ritual que se repetía cada mes sin perder detalle. Sentada en una silla de anea, vestida toda de negro con un pañuelo en la cabeza que ocultaba el pelo cano, limpiaba sus lágrimas con un trapo blanco que desentonaba con su indumentaria. Al fondo se escuchaba a Rosario:<br /><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>—No empecéis sin mí; vacío el agua del fregoteo en el retrete y voy pa ya.<br /><br />—Tranquila —murmuró Ángeles, mientras dibujaba los patrones de una chaqueta—. No hay prisa, es domingo por la mañana y ya hemos escuchado misa.<br /><br />Desde que terminó la guerra, las cuatro mujeres sabían que había asuntos que tenían que tratarse en voz baja y aun así siempre se corría el riesgo de terminar con la cabeza rapada y cagándote por las patas abajo a causa del aceite de ricino. Ellas conocían que lo que había salvado a Joaquina de ese destino había sido la intervención de su hermano falangista.<br /><br />La detención de su marido y su posterior desaparición habían convertido a la mujer en el sostén de su casa. Vivía en un cortijo a las afueras del pueblo ganándose la vida de la misma manera que su difunta madre: lavando la ropa de las familias más pudientes de la villa. Una vez a la semana bajaba a la localidad, entregaba los trapos limpios y recogía los sucios. La amistad con Doña Luisa venía de antiguo, cuando la mujer, todavía joven, llegó al pueblo procedente de la capital donde su marido había muerto de una gripe que se llevó por delante a todo el que pudo. Doña Encarnación, su suegra, recogió en la vivienda a Doña Luisa y a sus dos hijos. La madre de Joaquina era la lavandera de la familia y ella una zagala que ayudaba en lo que podía.<br /><br />Doña Luisa montó un taller de prendas de hombre. Se convirtió en la mejor sastra de la comarca. Joaquina se casó y parió un macho y dos hembras. La mayor, Aurora, había salido más lista que el hambre, por eso, cuando cumplió doce años, le pidió a Doña Luisa el favor de que dejara ir a la niña al taller para aprender algo de costura en la temporada que no hubiera faena en el campo.<br /><br />A los diecisiete años era la segunda oficiala después de Ángeles y dio lugar a envidias y a algún que otro encontronazo. En los talleres existía una jerarquía. Se entraba recogiendo los alfileres del suelo e hilvanando. Poco a poco se ascendía. La segunda oficiala realizaba los patrones, la primera cortaba en tela y la maestra hacia las pruebas y las correcciones. Aurora pasó a segunda oficiala por encima de mujeres que llevaban más años en el oficio pero, como decía Ángeles, «la niña había nació para la costura».<br /><br />La carta que Doña Luisa se disponía a leer venía de Barcelona y la había escrito Aurora.<br /><br /><br /><br />«Querida madre:<br /><br />»Espero que al recibo de esta carta usted y mi hermano se encuentren bien. Nosotros, por la presente, estamos bien. Tengo que darle una buena noticia, es usted abuela de otro niño, como usted quería. A mí me hubiera gustado una niña, pero lo importante es que se encuentra bien. Se pasa todo el día engachao a la teta y ha ganado peso. María me pide que le dé recuerdos y que cuando tenga un rato le escribirá. Libra los domingos por la tarde y viene a vernos. Ha conocido a un chico que trabaja de mecánico y parece que la cosa va en serio.<br /><br />»Madre, tengo que pedirle un favor muy grande. Me ha salido trabajo en un taller de confección, lo pagan muy bien, y nos hace mucha falta. Necesito que usted se venga para acá y me ayude con los niños. Por otro lado, usted no tiene edad para estar lavando por esos barrancos perdidos de la mano de Dios.<br /><br />»Su sitio está con María y conmigo. que somos sus hijas y la echamos de menos.<br /><br />»Salude usted de mi parte a Doña Luisa, a Ángeles y a Rosario que me acuerdo de de ellas un montón y de lo bien que lo pasábamos en el trabajo.<br /><br />»Sin nada más que decirte, se despide tu hija que te quiere.<br /><br /><br /><br />«Posdata: Doña Luisa, ayúdeme a convencerla para que se venga con nosotras. Confío en usted para hacerlo de la mejor manera posible».<br /><br /><br /><br />—Vaya cosas que tiene la Aurora —comentó la Rosario—. Que Joaquina se marche a Barcelona… pero si allí ni siquiera hablan cristiano. Aquí nos socorremos las unas a las otras como podemos, ella por la historia de la guerra y yo por haberme casao con un bribón que se juega lo que gana. Nuestra vida es difícil, si no fuera porque usted me da los vales de racionamiento a cambio de fregar dos veces la casa, pasaríamos hambre. Mañana voy a blanquearle la cocina y el patio a los de la tienda de ultramarinos a cambio de los vales del pan y de los avíos para un puchero. Aquí la Joaquina está mejor.<br /><br />—Tu hija lleva razón en una cosa —comentó Ángeles—. Tú no puedes seguir lavando en esas ramblas con el agua como el granizo y cargando tanto peso. Si no te vas tienes que ir pensando en otro trabajo.<br /><br />—Como si los trabajos para las mujeres de la edad de Joaquina estuvieran a la vuelta de la esquina —expresó Doña Luisa—. Aurora te necesita, con ella vivirás mejor, cuidando de tus nietos y ayudando en el hogar.<br /><br />—Cualquiera diría que está usted deseando que me vaya —replicó Joaquina—. Como si vosotras no supierais mi vida. Lo que tarde en salir de la finca, mi hermano echa a mi hijo y que deo me corto que no me duela.<br /><br />—Tu hijo es un hombre hecho y derecho —decía Doña Luisa—. Ya habla de casarse y según nos dijiste le han ofrecido el puesto de capataz en el cortijo Los Almendros. Le dan vivienda, huerto y un sueldo diario no es un mal trato como están las cosas.<br /><br />—Claro —le recordó Ángeles—. Ya te dijimos que escriturar el cortijo a nombre de tu hermano cuando se terminó la guerra, por miedo a que te lo quitarán, no era una buena idea y que él quería aprovecharse de ti. El miedo nos empuja a hacer tonterías. Mira lo bien que le va al falangista.<br /><br />Doña Luisa se llevó el dedo índice a la boca indicando silencio.<br /><br />—Eso ya no tiene arreglo y Joaquina hizo lo que consideró oportuno. El falangista sacó al novio de Aurora de la cárcel y les facilitó el irse fuera y en esta vida todo se paga.<br /><br />—No puedo irme —lloraba y hablaba al mismo tiempo la Joaquina—. Y si vuelve Juan —un silencio sepulcral se instaló entre las cuatro amigas—. Yo no he visto a mi marío muerto. Pudo haberse escapao y coger un barco para América. Se escuchan cosas. Mi Juan era muy decidío y cuando quería una cosa lo intentaba hasta conseguirla.<br /><br />Ángeles se limpiaba las lágrimas con disimulo. Rosario dijo que tenía que irse y todo sin mirar a Joaquina. Ninguna se atrevía a decirle lo que pensaban: que a su marido lo habían fusilado en la tapia del cementerio y llevaba años bajo tierra.<br /><br />Joaquina tomó la carta y la metió en su talega. Salió a la calle y se dirigió al cortijo. Se cambió el vestido de los domingos por el de diario, cogió la canasta con la ropa sucia y subió rambla arriba buscando una buena poza para lavar. Llegó al barranco alto, donde casi nadie se atrevía a ir, se adentró en la cueva del murciélago y gritó: «¡Juan, ya estoy aquí!».</b></span></div><span style="font-size: x-large;"><b> </b></span>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-52230969818646290452020-11-01T10:15:00.003+01:002020-11-01T10:25:55.687+01:00CARMEN<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Carmen, sentada junto a la mesa de la cocina, desayunaba todo lo de prisa que sus pocos dientes le permitían. Troceaba la tostada en diminutas porciones, introduciéndolas en el lado izquierdo de su boca, donde le quedaba una muela que aún le permitía masticar. Pan, tomate, aceite de oliva y un tazón de leche de cabra era un manjar en su paladar. A lo largo de su vida los ayunos forzados llenaban sus despertares con demasiada frecuencia. Por ello valoraba los pequeños placeres que suponía comer cuatro veces al día. Desde hacía algunos años disponía de una pequeña pensión que le facilitaba el día a día. Vivía en un piso de protección oficial que le había proporcionado el ayuntamiento cuando a su Juan se lo llevó la mar. Sola, con un niño pequeño y unos padres ancianos, cambió su chabola frente al mar por un barrio sucio y olvidado de Dios.<br /></b></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Faltaban unas fechas para los santos y tenía tareas por hacer. Cerró la puerta de su casa y como todos los días se encaminó al cementerio. El camposanto abría sus puertas al público a las nueve de la mañana. Ella, a esa hora plantada en la puerta, daba los buenos días a todo el mundo, se dirigía a la iglesia, escuchaba misa y después entraba en la sacristía; alcanzaba su silla y se dirigía al patio número nueve, al nicho doscientos ochenta y seis donde su Luis llevaba enterrado más de quince años. La mar le robó a su compañero y las drogas a su hijo. Se sentaba frente a la lápida y hablaba con él. Le contaba lo que urdía en su cabeza.<br /></b></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-size: x-large;"><b><br /></b></span></div><div style="text-align: left;"><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>«Hoy tengo que permanecer atenta; de vez en cuando acercarme al contenedor a ver los ramos que tira la gente; quiero uno amarillo para la Pilar, creo que te he hablado alguna vez de ella: murió el año que tomé la hostia, lo recuerdo como si fuera ahora mismo; para los niños del barrio la muerte venía disfrazada de fiesta; corríamos y gritábamos detrás del sepulturero: “traen la caja de las ánimas, la caja de las ánimas”. La Pilar vivía con el nieto y con su mujer, que se ganaba la vida limpiando y poniendo permanentes a las playeras. Pilar vivió una historia que la llevó de cabeza al patio de los ahorcaos; por más que el nieto lloró al cura y suplicó al alcalde no consiguieron enterrarla donde los cristianos. Yo no conozco la historia muy bien, pero al parecer se casó muy joven, dejó al marido y tuvo tres hijos con el esposo de Doña Inés, la abuela de los del estanco; después de la guerra él se fue a Francia y la Pilar sacó adelante a los niños como pudo. Cuando quitaron el patio de los ahorcaos, la pusieron muy cerca de nosotros, la saludo todos los días aunque dudo que ella se acuerde de mi. Quisiera encontrar un ramo bien bonito para Teresa, la del Palomo. Mejor persona yo no he conocido. Parió tres machos y las nueras pasan de ella. El año pasado nadie vino a limpiar la tumba y todo de prisa le arreglé un ramo ni bonico ni feo, lo que encontré a última hora. Teresa y yo nacimos el mismo año. Un día me pidió que la acompañara a ver a Don Manuel, el cura, porque deseaba preguntarle algo. Tras la muerte de su esposo temía que se le apareciera porque le había engañado durante toda la vida. Don Manuel la miró muy serio y le inquirió: “¿Cómo que le engañastes?”. “Sí, padre, cuando nos casamos él me prohibió que hiciera arreglos de ropa; pensaba que con la casa, los chiquillos y mis suegros que eran mayores yo tenía bastante trabajo. Seguí trabajando a escondidas y con el dinerillo que sacaba podía comprarles a mis niños zapatos en lugar de alpargatas y alguna que otra cosa. Sueño con que se me va a aparecer y me va a pedir cuentas”. El cura nos echó de la sacristía vociferando: “¡Dejad de decir tonterías!”. La Teresa y yo rezamos un rosario diario durante un mes para ponerse en paz con el marido. Yo pienso que el Palomo sí sabía lo de la costura pero que se hizo el tonto para tener contenta a su mujer».<br /><br /></b></span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: x-large;"><b>Carmen escuchó el sonido de la sirena que anunciaba el cierre del camposanto y, despacio, aferró su silla, besó a su hijo y marchó hacia la puerta diciendo adiós a todo muerto conocido. Al alzar la vista hacia el nicho de Teresa, lo vio vacío. Llevó la mano al corazón y corrió a la parte vieja del cementerio a un lugar que casi nadie conocía. Junto a una tumba de tierra, entre lágrimas pensó: Ahora, la tumba de los sin nombre servía de refugio a su amiga. </b></span></div><div style="text-align: left;"><span style="font-size: x-large;"><b></b></span></div></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-91334272366603053762012-10-02T21:36:00.000+02:002012-10-02T21:36:07.001+02:00La espera<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Los martes me toca carnicería y las ofertas hacen que la espera en la cola pueda durar hasta una hora; por ello a quien no quiera perder su precioso tiempo le recomiendo madrugar. A mí esta mañana se me han pegado las sábanas y he decidido tomármelo con calma, entro en el "súper" aparco mi carrito color naranja intenso, en primera fila por si acaso pasa alguna conocida y ya sabe donde localizarme.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">Me dirijo hacia el fondo del "súper" dónde está ubicada la carnicería, saco el número con cierta dificultad y calculo aproximadamente el tiempo que me falta para ser atendida por Marisa que hoy se habra tomado el valium correspondiente y decido echar un vistazo por si encuentro algo que me parezca interesante. En el pasillo de los productos de limpieza me encuentro a Carlos el jefe de la carnicería aprovechando la hora del desayuno para hacer su compra.</span></div>
<div style="text-align: justify;">
<br /></div>
<div style="text-align: justify;">
<span style="font-size: large;">No se si es por la bulla o lo poco que nos gusta esperar, pero cuando me dirigía a comprobar por donde iban los números he escuchado a un viejo pescadero pasado de peso y de pocas luces decir: "no lo vez con el carrito, ese no manda ni en su casa, como la mujer trabaja. Si no trabajara si mandaría "</span></div>
Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-77364735144320761782010-10-27T12:56:00.003+02:002010-10-27T13:07:42.506+02:00Amaneceres<b style="font-family: inherit;"><span style="font-size: large;">Hay amaneceres que saben</span></b><br />
<b style="font-family: inherit;"><span style="font-size: large;"><br />
A carajillo</span><span style="font-size: large;"><br />
A tabaco negro</span><span style="font-size: large;"><br />
A pan caliente</span><span style="font-size: large;"><br />
A piel de gallina</span><span style="font-size: large;"><br />
A muchachas corriendo </span><span style="font-size: large;"><br />
A talegas colgadas del hombro </span><span style="font-size: large;"><br />
A despertares sin tiempo</span></b>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-47858354950391081462010-10-18T13:23:00.004+02:002010-10-18T13:32:48.569+02:00La cueva grande<span style="font-size: large;"></span><br />
<div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">Todo comenzó con una llamada de teléfono. ¿Dígame? Perdone que la moleste a estas horas, ¿pero es usted la juez de guardia? Sí, soy yo, le escucho. Tiene usted que personarse en la calle Juan XXIII, número veintiocho, donde acaba de ser encontrado el cuerpo de un hombre con un tiro en la boca. Repita la dirección por favor.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">No tardó ni quince minutos en llegar a la casa, subió las escaleras de prisa y entró en la habitación, todo estaba en su sitio. Desde lejos escuchó una voz que gritaba: ¿qué hace usted aquí?, nadie sin autorización puede subir. No podía responder, las palabras no le salían, abrió la puerta corredera que la conducía al estudio, en ese momento una mano sobre su hombro le impedía la entrada. Lo siento no puede pasar, soy la juez. Perdone, la estábamos esperando. El cadáver se encuentra sobre el escritorio, es un hombre mayor que por lo visto no tenía ganas de seguir viviendo, deja una carta de despedida, en un sobre cerrado y dirigida a una tal Ana.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">La juez cogió la carta, se dirigió hacia la biblioteca y empezó a leerla.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">«Querida Ana.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»Quiero agradecerte el tiempo y el cariño que dedicas a mi persona. Te considero mi nieta preferida, no por lo mencionado anteriormente, sino por lo perplejo y confuso que me deja tu manera de ser, he conocido cientos de personas como tú y nunca he llegado a comprenderlos, seguramente se deba a la complejidad que embarga al ser humano.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»Hoy, durante la cena, habéis comentado la ultima comidilla del pueblo, la aparición del cadáver de un hombre en la cueva grande, y según cuentan lleva allí mas de cuarenta años.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»Doce lustros es el tiempo exacto que lleva el cuerpo bajo tierra. Pero vayamos por partes.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»En 1936 yo contaba veintiún años, acababa de vestir el uniforme y mi primer destino fue este lugar, entonces era un pueblo de no más de cinco mil habitantes dedicado a la agricultura. Llegué a finales de enero, me instalé en el viejo cuartel, situado junto a la iglesia de la Encarnación en la plaza de las flores. Se trataba de un edificio viejo y mal oliente en el que vivíamos en pésimas condiciones.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»Como comprenderás mi intención era salir de allí lo antes posible. En mi vida lo esencial nunca lo he dejado al azar o a la improvisación. Tenía que encontrar a la mujer adecuada, con vivienda propia y un mínimo de herencia. Estos eran mis planes hasta que vi salir de la iglesia a una joven de unos dieciocho años, alta, morena, de piel clara y ojos grandes. Pregunté quién era y me dijeron que la hija de Don Manuel, el maestro. Este hombre vivía en una situación económica desahogada. Viudo desde hacia años, su hijo mayor estudiaba derecho en Granada, su hija se ocupaba de la casa y le ayudaba en el colegio con los más pequeños. Carmen era la persona deseada. Así, inicié un acercamiento al padre. Enseguida supe que estaba enamorada de un muchacho que vivía en un cortijo a las afueras del pueblo, que era anarquista y que el maestro no veía con malos ojos al zagal.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»Elegí el momento oportuno. Los viernes por la noche asistía a las reuniones en el local del sindicato, después regresaba al cortijo andando y solo. Busqué el momento y la ocasión. Le disparé, no era la primera ni sería la última vez que hacia algo así.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»No pretendo justificar nada pero, de donde yo vengo, estas cosas pasan. La miseria me acompañó desde el día de mi nacimiento, no conocí a mi padre, a mi madre la borré de mi pensamiento en cuanto pude. A los veintiún años no me faltaba pecado capital por cometer.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»Los acontecimientos posteriores hicieron que la desaparición de Luis —ese era su nombre— careciera de importancia. El dieciocho de julio se inició la guerra civil y supe que este era mi momento porque, como sabes, en río revuelto pesca segura. Al finalizar la guerra mi situación económica era inmejorable y mi sitio, con los vencedores. De regreso al pueblo pude comprobar que el maestro y su hija necesitaban mi ayuda. El hermano mayor estaba en la cárcel, la escuela bajo sospecha y Carmen en la más completa desolación.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»Me presenté a Don Manuel y le sugerí que la solución a sus problemas dependía de su hija, nos casamos en treinta días. Enterramos a tu bisabuelo dos meses más tarde . Sé que nunca me quiso pero fue una buena madre para mis hijos y un modelo como esposa. Durante los cincuenta años que estuvimos casados ni un reproche salió de su boca pero siempre supe que ella intuía que yo había tenido algo que ver con la desaparición de Luis.</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">»No pienses, Ana, ni por un momento, que el descubrimiento del cadáver tiene mucho que ver con mi suicidio, tan sólo lo ha precipitado, pues ésta era una decisión tomada con anterioridad. De todos los actos miserables que he cometido a lo largo de mi vida este es el único del que me arrepiento y por ello lo pongo en tu conocimiento en calidad de juez.»</span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">Una voz fuerte y grave la volvió a la realidad: </span></div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">—Habrá que dar parte a la familia. </span> </div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><br />
</div><div class="MsoNormal" style="margin-bottom: 0pt; margin-top: 0pt; text-align: justify;"><span style="font-family: Comic Sans MS; font-size: large;">—Yo soy la familia.</span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-87523496985342672242010-10-08T22:36:00.000+02:002010-10-08T22:36:10.195+02:00A veces<div class="MsoNormal" style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">A veces pienso en la que fui. A veces sueño la que fui. A veces incluso me veo en un recuerdo borroso. A veces siento tu mano acariciando mi cuerpo. A veces te veo y me confundo contigo. A veces tus olores se vuelven mios. A veces recuerdo tu cuerpo entrelazado al mío y no distingo tu piel de mi piel. A veces olvido que somos dos.</span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-44715950579210737902010-10-04T13:49:00.000+02:002010-10-04T13:49:08.705+02:00Un día de verano<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">(A Chéjov, in memoriam)</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">El día era caluroso, como todos los de aquel verano. Daniel, tumbado en el sofá, reposaba la comida. Ella, en la habitación de al lado, leía una novela de aventuras. Ambos esperaban el atardecer para ir a la playa. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> El timbre de la puerta los devolvió a la realidad. Daniel, de prisa, se escondió en el dormitorio, nadie sabía lo de su escapada de fin de semana con su secretaria. </span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">María abrió la puerta y cuál no sería su sorpresa cuando frente a ella se encontró a Sandra, la mujer de Daniel.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Hola, María. ¿Puedo pasar? </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Claro, Sandra. ¿Qué haces tú aquí? </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Daniel se ha marchado con una pelandusca de fin de semana, así que he llevado a los niños con mi madre y he venido a deshogarme contigo. ¿No te importa, verdad?</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> —No mujer qué va ¿Para que estamos las amigas? </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Imaginate, despues de quince años de matrimonio, me veo en la obligación moral de pedir el divorcio, no aguanto más. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Tranquilízate vamos a ver las cosas despacio, no debes precipitarte. Daniel es un hombre bueno, cariñoso y seguramente está pasando por la crisis de los cuarenta. Todo pasará y volveréis a ser una pareja perfecta. Recuerda en la universidad cuando os hicisteis novios. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Lo recuerdo perfectamente, era un sinverguenza y eso es lo que sigue siendo. Se ennovió conmigo por dinero. Ahora lo veo claro, siempre ha sido un impresentable. A lo largo de los años he mantenido esta farsa por mis hijos.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Sandra, no entiendo lo que esta pasando por tu cabeza. Daniel siempre te ha querido y sabes que adora a sus hijos, que para él su familia es lo primero.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">—Sabes lo que te digo, te lo regalo. Tengo treinta y cinco años y una vida por delante, los niños tarde o temprano lo superarán y si no, los llevaré al sicólogo que para eso están. </span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">María vio la determinación en los ojos de su amiga y comprendió que tenía que hacer algo. Si Sandra salía por la puerta, su vida y la de Daniel se iría al infierno. Llevaban quince años viviendo de esa niña mimada y estupida que había frente a ella y no dudó ni un segundo.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> —Sandra, ponte cómoda mientras yo preparo una limonada.</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"> Entro en la cocina, cogió el frasco de analgésicos y lo vació en la bebida. Una vez dormida, sería más fácil deshacerse de ella.</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"> <span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;"><br />
</span></div><div style="text-align: justify;"><br />
</div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-5046739325792002107.post-20118656457207062492010-10-01T08:50:00.000+02:002010-10-01T08:50:34.388+02:00Noches Blancas<div style="text-align: justify;"><span style="font-size: large;">Todo empezó con un número de teléfono equivocado, el teléfono sonando tres veces en la quietud de la noche, dígame,¿pizzeria Bella Napolis?, se ha equivocado de número, lo siento. Miro el reloj, las dos de la madrugada, me había quedado dormida en el sofá con la televisión encendida una vez más; debería irme a la cama pero es sábado y mañan no tengo que madrugar, así que decido disfrutar el sosiego de la noche; el silencio, la oscuridad, nada de lo que ocurre me es desconocido estoy acostumbrada a las noches en blanco. Enciendo un cigarrillo, aspiro, sé que me estoy matando, pero en este instante no me importa; la habitación se llena de humo, abro la ventana y miro al exterior y,como siempre, son los olores los que me hacen ver en la oscuridad: la tierra húmeda, el olor a jazmin, los rosales,todos los olores mezclados, pero yo sé que lugar ocupa cada planta, cuándo se plantó y en qué momento necesita abono, ojalá mis sentimientos estuvieran tan claros, pero no quiero pensar, sólo deseo disfrutar la noche, este instante constante e irrepetible sin el cual se me hace imposible el día...El día , los días, los años, que llevan al mismo sitio: a las noches en blanco, al silencio, a los cigarrillos de madrugada. No sé cómo, cuándo lo decidí, ni siquiera si lo decidí, pero sé que sin las noches en blanco, la mirada en la oscuridad, el silencio, mi vida carecería de sentido.</span></div>Ascensión Correa Sánchezhttp://www.blogger.com/profile/04545338318083595917noreply@blogger.com1